La mañana del 26 de mayo contrastaba con el sol del 25. Gris, fría y lloviznosa, el Hogar nos abrió sus puertas, en esa media mañana otoñal.
Otrora residencia de niñas, el Hogar Don Orione recibe ahora a niños y niñas en edad escolar que en contraturno reciben asistencia educativa y mucho afecto.
La salita ya estaba preparada, los chicos fueron llegando de a poco traídos por sus seños.
Un corro de sillas, habitadas de unos ojitos luminosos, rodeaba nuestra mesa de libros.
«Un cuento con caricia» de la inolvidable Elsa Bornemann rompió el cerco de timidez y las sonrisas empezaron a aflorar.
Llegó una historia más de Don Sapo, el personaje de nuestro imprescindible Gustavo Roldán. Le siguió otro cuento maravilloso de la prolífica escritura del saenzpeñense. Y terminamos con Pescetti. Las risas y los gritos eran muchos. Por ahí una vocecita pícara dijo: ¡»no se vayan más»!. Y supimos que el Plan volvía a cumplir con su objetivo de encantarles la vida por lo menos una hora.
Con la despedida, se presentaron y se animaron a contarnos alguna historia personal. Una nena detrás de su barbijo nos cuenta que ya nos escuchó una vez en su escuela cuando fuimos a leer. Nos sorprende la coincidencia y le preguntamos a qué escuela iba. La respuesta candorosa, cerró la mañana en esa salita acogedora en que nos recibieron: » …a la escuela que está al lado de la casa de mi tía «.
Cuando ya estábamos en la vereda, nos llega la invitación de la Hermana Graciela a compartir un té y una breve charla. No había podido despedirnos porque estaba en reunión. Volvimos y agradecimos haberlo hecho porque conocimos a una persona afable, con una vida llena de experiencias y muy nutrida espiritualmente.
El Plan sigue su camino, encontrando a cada paso seres de excepción y recogiendo experiencias que resplandecen tibiecitas en el corazón de quienes las vivimos.
